
Ayer después de publicar la entrada del día 3, tuvimos una tarde de relax. Cenamos tranquilamente y estábamos ya planeando la partida de cartas cuando oímos un golpe en la tienda. Nos levantamos corriendo a ver qué (o quién) había pasado y vimos un gato. Al vernos, lejos de irse, se tumbó como una esfinge.
Esperamos a que se fuera, pero empezó a escarbar debajo de la tienda. Cuando llevaba medio cuerpo metido, captamos el mensaje: algo había debajo de la tienda. Levantamos la tienda con todo dentro para que el gato siguiera su instinto y en cuanto lo hicimos, un ratón salió disparado intentando huir de Tom.
Jerry dio vueltas alrededor de nuestra parcela con Tom intentando cazarle a zarpazos. Cuando Jerry hizo un quiebro con la lona de la tienda, los tres le perdimos de vista. Tom perdió el interés y se marchó, dejándonos con todo desperdigado y sin despedirse siquiera.
Después de descansar durante toda la noche, partimos hacia el paso fronterizo con España, el coll de Panissars. Nos separaban 15km de subida por una carretera bien asfaltada por la boscosa ladera de una montaña. Muy buen lugar para tostarnos al sol durante algo más de una horita.
Al llegar arriba, empezaba el camino de tierra: un ejercicio de escalada constante y bastante desesperante que nos requiere casi dos horas y media para hacer los 11km hasta La Junquera. No sabemos hasta qué punto esta parte ha sido fallo de cálculo nuestro o que este tramo de la ruta está abandonado. Desde luego, cuando hemos vuelto a encontrarnos con el asfalto, lo hemos recibido como un regalo divino.

Después de comer en La Junquera nos quedan 30km, así que retomamos siguiendo las señales que nos llevan a rodear un monte. De nuevo, subidas pedregosas que nos hacen bajarnos de la bici y bochorno. En este punto, nos llegamos a plantear por qué la ruta nos obliga a desviarnos de esa forma y si esta opción es la más fácil para continuar. Afortunadamente solo dura 5km y el resto es un camino de bajada un poco técnica pero divertida hasta el punto de haber tenido que lidiar con piedras, cruzar rios y resistir a arena que casi parecía de playa. Si hubiera un triatlón ciclista, sería hoy: pedales, brazos y agua.
Cuando nos queremos dar cuenta, echamos la vista atrás y vemos un paisaje que nada tiene que ver con el de ahora: imponentes montañas dejan paso a valles de cultivos que se dirigen al mar. Aparentemente en bici viajamos muy despacio, pero en dos días hemos cruzado los Pirineos dos veces y ahora estamos al nivel del mar.
Hoy dormimos en un Camping de Castelló d’Empurias, que va a ser nuestro cuartel general dos noches: mañana haremos una excursión al Cabo de Creus. De momento, le vamos a ir echando un vistazo al suelo de la tienda, que no nos queremos dormir encima de nadie.
[…] Etapa 4: Maureillas- Castelló d’Empuries […]
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