Bosques del Sur 1: Gorafe – Pozo Alcón

Puede ser que viajar en octubre sea de las cosas que más nos gusta hacer. El año pasado estábamos recorriendo Andalucía en furgoneta y decidimos dejar la Sierra de Jaén sin visitar: no nos daba tiempo a conocerla con la tranquilidad que merecía. Este año hemos decidido volver en bici y descubrir una de las rutas más importantes de la zona, como es el GR-247, con algún añadido que no se ha hecho esperar.

La ruta que vamos a estar haciendo esta semana es la que sigue nuestro cicloviajero amigo Fred, de Fred Cycling Obsession, que hizo este recorrido en diciembre y lo documentó todo en YouTube. Claro, nosotras viendo sus videos en la tele desde casa… No podíamos dejar pasar una ruta tan increíble, así que aquí estamos. Solo esperamos que las cuestas se suban igual ahora que viéndolas desde el sofá.

Comenzamos el día en el pueblo de Gorafe, en la montaña de Granada. Cuando llegamos anoche estaba todo oscuro y solo pudimos ver lo poco que nos dejaba la luz de la luna casi llena. Gorafe es el pueblo que da la entrada al desierto de Gorafe, y se caracteriza además por tener varias casas-cueva excavadas en la montaña. Muy guay, aunque claustrofóbico era un rato.

Después de acostarnos a las tantas poniendo todo a punto para comenzar, la mañana nos sorprende con el paisaje que ayer estaba oculto: unas enormes masas de tierra rodeaban el pueblo, conocidas como badlands (tierras áridas fuertemente erosionadas por el viento y la lluvia). Vamos, el típico sitio en el que no quieres estar si se desata una tormenta.

A medida que íbamos saliendo del pueblo por sus rampas de hasta el 25%, íbamos descubriendo más y más lo que nos iba a acompañar durante toda la mañana. Por suerte, no hacía todo el calor que tenía pinta de hacer en la zona, así que había alguna nube baja que le daban todavía más aspecto de película. Las badlands se extendían hasta donde daba la vista, casi como si fuera un océano de nada, y desde algún mirador en el que nos paramos daba una sensación de majestuosidad claustrofóbica.

Bajamos poco a poco todo lo que empezamos subiendo y llegamos a Los Coloraos, una zona en la que las arcillas de las badlands se ven especialmente rojas en el atardecer y amanecer. Después de hacer la pausa para barrita, seguimos bajando algo más hasta entrar en el cauce de un río seco. Estábamos dentro de todo aquello.

Seguimos la ruta hasta que nos damos cuenta de que hay algo que no estamos haciendo bien. De repente, empezamos a decir frases como «por aquí ya hemos pasado», «yo creo que era por el otro camino», «esas son nuestras propias huellas»… Las típicas frases de cuando alguien se pierde en el desierto en una peli, vaya…

Cuando por fin nos encontramos, empezamos poco a poco a dejar atrás el desierto. Hileras de chopos nos rodean alimentados por el río (esta vez no está seco) que estamos recorriendo en paralelo. La humedad del ambiente deja de ser del 0% y algún charco va apareciendo en las contadas sombras que atravesamos. Se convierten en nuestros enemigos a esquivar, ya que las tierras de esta zona son un perfecto material de construcción allá donde encuentran una gota de agua. Que para hacer casas y cuevas muy bien, pero en las transmisiones de las bicis no es muy buena idea.

Momentos más tarde, el río deja de estar en paralelo a nosotras y toca cruzarlo. Trae bastante agua, así que nos descalzamos y nuestros pies prueban el barro del río, digno de ser parte del mejor tratamiento de cuidado facial que puedas probar en pleno Chamberí. Mientras nos volvemos a calzar, experimentamos una consecuencia del aumento de la humedad: mosquitos del tamaño de zepelines vienen dispuestos a devorarnos, incluso por encima de la ropa. Aunque hacemos uso de las mangas largas para intentar minimizarlo, acabamos pareciendo raquetas de tenis.

Comienza ahora una subida de 5 km con el sol dando candela y con algunos tramos sostenidos del 15%. Send help. Decidimos hacer un alto en el camino arriba para comer las latitas de calamares en su tinta que llevamos y recuperar un poco el aliento. Luego, el paisaje cambia por completo y nos recuerda a los caminos de Montañas Vacías, solo que con el desierto de fondo y las badlands de las que partiamos esta mañana perdiéndose en el horizonte. Cambia el paisaje.

A partir de aquí, nos esperan 10km llaneando (algunos por asfalto) hasta dar con el pueblo de hoy, Pozo Alcón, donde nos espera un helado de recompensa y una ducha bien ganada. Mañana nos espera un día de subidas constantes pero, esperamos, asequibles, mientras ponemos rumbo norte hacia Cazorla.

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