Bosques del Sur 4: Refugio la Tiná del Serval – Cortijos Nuevos

Anoche nos encontró el sueño con las historias de Óscar y Jose delante de la hoguera: de profesiones frustradas, recuerdos de un paracaidista o de senderismo y supervivencia. Nos acostamos pensando en cómo el contexto en el que conoincides con alguien define la forma de conocer a esa persona.

Despertar en el refugio con el calor del saco y sabiendo que la ropa de ayer está seca es una tranquilidad que solo puede entender la gente que no ha tenido esa suerte. Ni en el mejor de los casos podríamos haber imaginado tener fuego durante toda la tarde. Fue una noche libre de ronquidos, así que no se puede pedir nada más.

Después de desayunar y recoger las miles de prendas de ropa desperdigadas por el refugio, toca hacer balance de daños en las bicis. El barro de tipo «caca de bebé» (lo sentimos, pero llevamos la precisión por bandera) está sólido y hay que quitar algunos trozos para que las partes móviles de la bici sigan siendo móviles.

Cuando empezamos la cuesta abajo, el frescor mañanero y la humedad del bosque nos recuerdan que hoy es otro día, que lo que cayó ayer ya está pasado y que lo que viene hoy es nuevo. A veces es complicado dejar atrás algo que no ha ido como esperas del viaje, y quedarte atrás es no disfrutar de lo que te está pasando ahora. Hoy tenemos un día de bajadas espectaculares y tenemos que tener limpia la cabeza.

El camino para salir del refugio es una pista forestal que en seguida está asfaltada y por la que pueden pasar coches, así que para bicis es un paraíso. Nos encontramos en medio de la montaña y, aunque alternamos con algún repecho breve, el perfil pica más hacia abajo. Según vamos avanzando, vemos las paredes gigantes de piedra que abrazan y custodian los miles de olivos que están por debajo de nosotras. Oro líquido antes de ser líquido.

En mitad de la bajada nos encontramos a otro cicloviajero, un catalán con bici de montaña que estaba haciendo esta misma ruta, pero en sentido inverso al nuestro. Después de un rato de charleta, nos comenta que va hacia el refugio de donde salimos. José, Óscar y su perrita Chelo van a tener otra vez compañía ciclista.

La bajada nos lleva hasta un cruce con «el Guadarquiví, el río de la gracia y del salero, que en eso da lecciones hasta al mar, porque el mar es más grande y tié más agua, pero menos sal». Con estos recuerdos en la cabeza, cruzamos por la plataforma hacia la otra orilla y cogemos un sendero (un Fregao) que hace que nuestro plan para comer se posponga 45 minutos, el tiempo que tardamos más o menos en recorrer el kilómetro infinito de escalada por las rocas.

Cuando por fin alcanzamos la carretera, estamos a 6km del Embalse de El Tranco, donde pararemos a comer después de los 40km mañaneros. Allí nos lo tomamos con calma y descansamos tranquilamente hasta que el día soleado se convierte en día de chaparrón en 3…2…1…

Recogemos bártulos y salimos en marcha para completar los 14km que quedan. Afortunadamente solo nos caen unas gotillas y llegamos a Cortijos Nuevos sin complicaciones. La tradicional tarde cicloturista: ducha rápida y lavar la ropa del día.

Ya hemos localizado una gasolinera en la que las bicis van a tener una buena ducha a primerita hora mañana. Aprovechando que mañana tenemos día corto (solo 16km), vamos a tomarnos con calma el despertar del miércoles.

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